sábado, 26 de abril de 2014

Perdóname.


Ayer algo me consumió por dentro.
Llámalo tristeza. Llámalo rabia.
Llámalo un intento desesperado de ahogar mis penas.
Lloré un poco, pero mi cuerpo pedía mas.
La persona que estaba delante de mi aguantaba,
mientras yo decía cosas sin sentido.

Ahora me siento como una estúpida,
soltar lágrimas por unas malas caras
me hace parecer una exagerada.

De todos modos, ahora lo entiendo.
No hay que forzar las cosas, ni obligar a
alguien a cambiar su humor si esa persona no quiere.
Hay que dejar que las cosas fluyan,
y que todo siga su curso.

Desde ayer, el perdón se me ha escapado
varias veces por todos los medios posibles.
Él también se disculpó. Varias veces, incluso.
Nos perdonamos y volvimos a sonreír.
Pero mi corazón está intranquilo...

Amor...

Perdóname.

Perdóname por cambiar de humor por una simple reacción tuya. Perdóname por llorar y arrebatarte el libro de las manos con rabia. Perdóname por todas mis rabietas. Sé que es difícil aguantarme, pero el hecho de que lo intentes y que sigas a mi lado como si nada hace que me de cuenta de que realmente vales oro. No sé como alguien tan maravilloso como tú pudo ver algo bueno en mi, pero desde ese día tengo motivos para sonreír.

Y ahora soy yo la que me provoco mis propias lágrimas y tu eres el que aguantas el chaparrón. No es justo. No quiero volverte a hacer sufrir de esa forma como lo hice ayer. Tu y tu corazón de oro no os merecéis esto. Quiero verte reír y sonreír como si no hubiese un mañana. Quiero volver a sentir que eres feliz a mi lado, y que yo lo soy contigo.

Por eso quiéreme, hasta que mis lágrimas se conviertan en sonrisas.